jueves, 30 de agosto de 2012

Las Cuevas de Altamira

97.- Un perro, cuyo nombre ni siquiera trascendió, es el protagonista de esta historia. La cueva de Altamira, en Cantabria  fue descubierta en 1868 por Modesto Cubillas, quien encontró la entrada al intentar liberar a su can.
 En aquel momento, la noticia de este descubrimiento no tuvo la menor importancia  pero es Marcelino Sanz de Sautuola, un erudito de la época, quien descubre su arte al adentrarse en la gruta. Reconoció algunos signos abstractos a las que al principio no dio ninguna importancia.
En el verano de 1879, volvió Sautuola a Altamira. En esta ocasión, con  su hija María Faustina Sanz Rivarola, de alrededor de 8 años. Mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, ella se adentró. Entonces vio unas pinturas en el techo y corrió a decírselo a su padre: Mira papá, son bueyes!!
 —No hija, no son bueyes, son bisontes (debió decir)
La cueva de Altamira es visitada por miles de personas. Un fotógrafo se percató del deterioro de los pigmentos y lo comunicó a las autoridades, por lo que éstas decidieron cerrarlas. Esto duraría hasta el año 2002, en el que se terminó una réplica exacta de la cueva de Altamira, lo que hoy denominan como “Neocueva”
En la cueva de Altamira, considerada la Capilla Sixtina del arte rupestre,  se pueden ver dibujos muy detallados y de gran tamaño de bisontes, ciervos, caballos, manos y varios símbolos realizados magistralmente.
Inicialmente, rechazaron que las pinturas de Altamira fuesen obra del hombre prehistórico. Marcelino murió sin que se hubiese reconocido realmente su importancia, sin embargo el estudio de este  arte Paleolítico  nos lleva a reconocer que nuestros antepasados, los antiguos cromañones, no eran  tan primitivos ni salvajes como sostenían muchos investigadores de la época, sino que eran capaces de crear obras de arte magníficas.

¡¡Vaya con el perro, la que ha liado!! Yo creo que realmente el primero que entró y mostró el camino fue él, como siempre... los perros siempre abiendo caminos y descubriéndonos las cosas que no podemos ver, aunque siempre hayan estado ahí...